20/5/07

Todo pasa

Hubo una vez un rey que dijo a los sabios de lacorte:

Me estoy fabricando un precioso anillo. Heconseguido uno de los mejores diamantes posibles.Quiero guardar oculto dentro del anillo algún mensajeque pueda ayudarme en momentos de desesperación total,y que ayude a mis herederos, y a los herederos de misherederos, para siempre. Tiene que ser un mensajepequeño, de manera que quepa debajo del diamante delanillo. Todos quienes escucharon eran sabios, grandeseruditos; podrían haber escrito grandes tratados, perodarle un mensaje de no más de dos o tres palabras quele pudieran ayudar en momentos de desesperacióntotal... Pensaron, buscaron en sus libros, pero nopodían encontrar nada.

El rey tenía un anciano sirviente que también habíasido sirviente de su padre. La madre del rey muriópronto y este sirviente cuidó de él, por tanto, lotrataba como si fuera de la familia. El rey sentía uninmenso respeto por el anciano, de modo que también loconsultó.

Y éste le dijo:

- No soy un sabio, ni un erudito, ni un académico,pero conozco el mensaje. Durante mi larga vida enpalacio, me he encontrado con todo tipo de gente, y enuna ocasión me encontré con un místico. Era invitadode tu padre y yo estuve a su servicio. Cuando se iba,como gesto de agradecimiento, me dio este mensaje - elanciano lo escribió en un diminuto papel, lo dobló yse lo dio al rey- Pero no lo leas -le dijo- mantenloescondido en el anillo. Ábrelo sólo cuando todo lodemás haya fracasado, cuando no encuentres salida a lasituación.

Ese momento no tardó en llegar. El país fue invadido yel rey perdió el reino. Estaba huyendo en su caballopara salvar la vida y sus enemigos lo perseguían.Estaba solo y los perseguidores eran numerosos. Llegóa un lugar donde el camino se acababa, no habíasalida: enfrente había un precipicio y un profundovalle; caer por él sería el fin. Y no podía volverporque el enemigo le cerraba el camino. Ya podíaescuchar el trotar de los caballos. No podía seguirhacia delante y no había ningún otro camino...

De repente, se acordó del anillo. Lo abrió, sacó elpapel y allí encontró un pequeño mensaje tremendamentevalioso: Simplemente decía: "ESTO TAMBIÉN PASARÁ".Mientras leía "esto también pasará" sintió que secernía sobre él un gran silencio. Los enemigos que leperseguían debían haberse perdido en el bosque, odebían haberse equivocado de camino, pero lo cierto esque poco a poco dejó de escuchar el trote de loscaballos.

El rey se sentía profundamente agradecido alsirviente y al místico desconocido. Aquellas palabrashabían resultado milagrosas. Dobló el papel, volvió aponerlo en el anillo, reunió a sus ejércitos yreconquistó el reino. Y el día que entraba de nuevo victorioso en la capitalhubo una gran celebración con música, bailes... y élse sentía muy orgulloso de sí mismo. El anciano estabaa su lado en el carro y le dijo: Este momento tambiénes adecuado: vuelve a mirar el mensaje.

- ¿Qué quieres decir? -preguntó el rey-. Ahora estoyvictorioso, la gente celebra mi vuelta, no estoydesesperado, no me encuentro en una situación sinsalida.

- Escucha -dijo el anciano- este mensaje no es sólopara situaciones desesperadas; también es parasituaciones placenteras. No es sólo para cuando estásderrotado; también es para cuando te sientesvictorioso. No es sólo para cuando eres el último;también es para cuando eres el primero. El rey abrió el anillo y leyó el mensaje: "Estotambién pasará", y nuevamente sintió la misma paz, elmismo silencio, en medio de la muchedumbre quecelebraba y bailaba, porque el orgullo, el ego, habíadesaparecido. El rey pudo terminar de comprender elmensaje. Se había iluminado. Entonces el anciano

ledijo:

- Recuerda que todo pasa. Ninguna cosa ni ningunaemoción son permanentes. Como el día y la noche, haymomentos de alegría y momentos de tristeza. Acéptaloscomo parte de la dualidad de la naturaleza porque sonla naturaleza misma de las cosas.

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